Los Bunkers encendieron Juárez: un Unplugged que terminó en sudor y euforia
- Samuel Delgado
- Oct 5
- 3 min read

A las afueras del Centro Cultural Paso del Norte todo parecía un sábado cualquiera: un par de vendedores de aguas, fans dispersos, y el murmullo entre colegas de prensa de que quizá el lugar no era el ideal para una banda como Los Bunkers. “Esto debió ser en un venue donde se pudiera bailar o pistear”, soltó uno con la resignación de quien ya sabe que no habrá chela en mano. Pero el aire guardaba ese silencio que antecede al relámpago, porque adentro, los chilenos estaban a punto de transformar el teatro en un volcán.
A las 9:20, el apagón de luces cortó toda especulación. Los Bunkers arrancaron con “No me hables de sufrir”, y en cuestión de segundos la calma se evaporó: el público empezó a vibrar, el teatro a derretirse, y la temperatura a recordarnos que Juárez no perdona ni de noche. Sobre el escenario, los chilenos se acompañaban de tres músicos multiinstrumentistas que tejían esa atmósfera de su reciente MTV Unplugged, donde el folk latinoamericano se sienta a la mesa del rock.
De pronto todo hizo clic. Las luces, los candelabros, los arreglos, los vientos. No era un concierto, era un rito. El teatro se volvió un sexto integrante que respiraba, palpitaba y se dejaba poseer. “Calles de Talcahuano” sonó como un eco de los Andes bajando por la frontera, algo que bien podría formar parte de un Festival Internacional Chihuahua.
El viaje siguió entre clásicos y reinvenciones: “Las cosas que cambié y dejé por ti”, “Bajo los árboles”, “Me muelen a palos”, y una lluvia de homenajes que iban desde Silvio Rodríguez con El necio y Quién fuera, hasta Violeta Parra con La exiliada del sur.
Pero la locura llegó con los covers insospechados: “Let ‘Em In” de Wings, “Quiero dormir cansado” de Emmanuel, y “Heart of Glass” de Blondie. Entre canción y canción, improvisaciones que iban del tema de La Pantera Rosa a 31 Minutos y Creedence, mantenían al público hipnotizado, moviendo la cabeza o riendo como quien está dentro de un ensayo privado.

“Llueve sobre la ciudad”, interpretada junto al Cuarteto Niños Héroes, bajo la luz temblorosa de unos candelabros que parecían derretirse al ritmo de los violines. Una postal perfecta. Después sonaron “Si estás pensando mal de mí” y “La velocidad de la luz”, pero el verdadero estallido llegó con “Una nube cuelga sobre mí”. En ese instante apareció Juan Carlos Bodoque, de 31 Minutos, de la mano de Álvaro López, y el teatro explotó.
Cuando sonaron “Nada nuevo bajo el sol” y “Miño”, el público ya sabía que el cierre era inminente, pero también sabía —porque aquí nadie se engaña— que le faltaba a la fiesta. Cancamusa fue la primera en regresar al escenario para marcar el ritmo cumbioso de “Ven aquí”, mientras el resto de la banda volvía entre aplausos y gritos. Luego, una segunda versión de “Llueve sobre la ciudad”, ahora más eléctrica, más salvaje, más Bunkers.
Y entonces, el clímax: “Bailando solo”. Catorce músicos en escena, una bola disco girando, luces estallando, cuerpos empapados y un teatro que se movía al unísono como si hubiera desaparecido el asiento de cada butaca.

Al final, los abrazos, los gritos, los agradecimientos. La banda sonreía, el público devolvía la energía y todos quedamos con la certeza de haber sido testigos de algo único: una noche donde el MTV Unplugged se volvió plug-in de emociones, y donde Ciudad Juárez demostró que también sabe cantar, sudar y soñar con acento chileno.

Si no fuiste, neta te lo perdiste.
Gracias a nuestros amigos de Latin Music Entertainment por las facilidades.
📝📷: @samxdelgado


























































