Un tornado de SkaCore azotó la #LaCasadeTodos, sus ráfagas golpearon duro el corazón de esta frontera ubicado en Ignacio Mejía y Av. Francisco Villa, sin embargo, lejos de causar estragos físicos, el fenómeno fungió como una válvula de escape para la ira contenida de los presentes, catarsis casi imprescindible que ayuda a retornar a la vida cotidiana sin arrancarse los ojos y destrozarse los tímpanos con un lápiz.
Se trataba del retorno de la Sekta Core!, en lo que se ha convertido en su casi tradicional visita por las tierras de Juan Gabriel, ahora con el pretexto de mostrar su nueva producción Sinfonía del Caos.
La calma previa a la tormenta…
Los locales Natural Disaster SkaCore, quienes llevan el ska core un par de peldaños más arriba (o abajo, según se quiera entender) con toques de grind, además de un sonido más pesado y crudo, pusieron las primeras rolas de la noche a cuestas de la garganta de su vocalista, aun así, complacieron a los primeros asistentes que comenzaban a poblar el lugar.
Una disculpa a los compas de Natural Disaster por parte de quien escribe este texto, no pude ver completo su set, llegaba casi a las 10:00 P.M., cansado de un día de trabajo en una ciudad caótica, solo necesitaba una cerveza para cargar batería, me senté en mesa del fondo y traté de entender lo que veía y escuchaba, una mezcla de ska con chillidos de puerco, metal y no sé qué más verga (pero estuvo chido).
Bajo la tónica del ska punk, Los Paps saltaron a escena, cambiando el mood a un tono un más fiestero y relajado con temas como el “Infierno” o “El Coyote”.
Pocos se animaban a romper pista, aunque, la raza aplaudió su interpretación, parecía que quienes se dieron cita en el Anexo guardaban energías (como yo) para más tarde, con esto no quiero decir que la recepción para Los Paps fuera mala, por el contrario, fueron vitoreados y celebrados.
Desde la tercera cuerda se aventaron unos enmascarados al entarimado del Anexo Centenario, eran nada más y nada menos que Los Tinta Zombie (como si me conocieran, ni me topan), quienes se aventaron unas ráfagas frenéticas de Surf en la que interpretaron “Canibal”, “Frankenstein”, “Surf Calavera” y “El Luchador”, entre otras buenas rolas, acompañadas de una impecable ejecución, estos rudos salieron bastante técnicos (Ba Dum Tsss).
Sean bienvenidos al a zona del terror…
Faltaban 20 minutos para la media noche, las bandas previas habían dejado un buen sabor de boca, sin embargo, la noche no terminaba de explotar, era como si todos, en un acuerdo táctico guardáramos hasta el último aliento para la salida de Chapo Salcedo y compañía del backstage.
La Sekta Core! Irrumpió e inmediatamente el lugar explotó, las ansias cautivad de los acérrimos fanáticos se hacía notar al corear a todo pulmón “Menos yo” a la par de que una lluvia de cerveza salpicaba a los de enfrente, mientras que en el centro del lugar comenzaba el primer moshpit de la noche.
“Symphony of Chaos” abría el recorrido de la banda por su más reciente material, Sinfonía del Caos (2023), “No te rindas”, “El día de tu muerte”, “Hijos de la calle” la acompañaron.
Para este punto, medio ebrio y con el pendiente de tomar apuntes en el celular para este relato que usted amable lector o lectora nos hace el honor de leer, entraba y salía del slam, y es que era inevitable como mínimo menear la cabeza y agitar los brazos a la par de la interpretación de la banda.
También de dolor se baila…
La noche era libre de ataduras, éramos un montón de locos e inadaptados que bailaba en círculos golpeándose y empujándose al compás de la música, eso sí, como en cualquier moshpit que se respete, quién caía al suelo era inmediatamente levantado y después incitado a seguir en el desmadre.
“Qué feas canciones, son del diablo” me dijo un desconocido hasta la madre de pedo o intoxicado, para después arrojarse contra la muchedumbre y rebotar como si fuera de plástico, solo en este contexto tal acción sería algo normal.
Después de un rato entre puños y patadas salí de aquél remolino del infierno, necesitaba un poco de aire, estos huesos treintones ya no aguantan tanto como antes, me di cuenta que sonaba “También de dolor se baila”, en efecto estaba muy bailado y me dolían algunos putazos bien dados que recibí.
Rondé por los perímetros del slam, aún estaba recuperándome, respirando hondo (no más no dejo de fumar) cuando un láser verde se cruzaba frente a las miradas de varios de nosotros para acusar a un vato con gallo en mano que al verse descubierto por la seguridad daba los tres últimos toques para después ser invitado a salir de lugar con cara de yo no fui.
Aún no estaba listo, decidí salir por un poco de aire fresco, los primeros minutos de la madrugaba corrían, encendí un cigarro y me puse a comentar con los compas del staff del anexo lo que acababa de ver, entre risas me dijeron, que eso era poco, que la raza variopinta que se da cita en este tipo de eventos da pie a las anécdotas más estrafalarias, sórdidas y divertidas que uno se pueda imaginar. Como la vez que un morro se sacó el chile frente al escenario y se puso a orinar a un ventilador, no más porque le dio su puta gana y andaba hasta la madre.
Regresé con más energías, ya era la parte final del setlist de los originarios de Atizapán de Zaragoza, por los parlantes se escuchaba “Ser fuertes” me metí de nueva cuenta a la refriega, como cuando tenía 17 o 18 años y sonaba el “Fantasma de la Rana” en la radio, retorné por instantes a esa época dorada (¡Verga! ya estoy dando el rucaso).
Quizá más por nostalgia que por fuerzas, la mayoría de los presentes dimos todo en la duela precisamente con “El Fantasma de la rana” tema que más que cimbrar el inmueble, si creó un pequeño cismo en el primer cuadro de la ciudad ante tal euforia que provocaron los del Estado de México.
Así terminaba un show delirante y enardecido con apenas un par de pausas en las que Chapo dirigía palabras al público recalcando de nueva cuenta su postura ideológica.
Ya en el estacionamiento, recostado sobre la defensa de un auto encendí el único cigarro que no quedó destruido por el ajetreo o húmedo por el sudor, una pareja de amigos cargaba en hombros a un tercero, exhausto o ebrio, como quiera se veía complacido.
La sinfonía había terminado.
📝 @fabian_kraut
📷: @samxdelgado
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