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Gratas sorpresas, regresos victoriosos y agridulces, El Tecate Supremo 2025 fue indomable

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El Tecate Supremo 2025 fue una fiesta multitudinaria, de la cual, muchos tuvimos dudas de que se fuera a concretar, debido a un sepulcral silencio por parte de los organizadores, además de un par de malas experiencias con otros festivales que llegaron o nacieron en nuestra frontera y después de un par de ediciones, solo se esfumaron para dejarnos con recuerdos que quizá la nostalgia nos hace remembrarlos con más anhelo de lo que en realidad fue.


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Sin embargo, su repentino anuncio poco después de la mitad del año nos dejó una noticia un tanto peculiar: el evento se compartiría sede con Tijuana, Baja California, alternando una ciudad por año. Diversos factores eran la causa de tomar tal determinación.


Tal vez fue el susto de perder al único festival que nos quedaba de momento, tal vez fue la premura de que no regresaría hasta el 2027 o incluso el regreso de grandes bandas nacionales y el arribo de agrupaciones internacionales que, siendo sinceros, es casi imposible volver a ver por estos lares, pero el hecho incuestionable fue que esa noche de sábado en los terrenos del Exhipódromo de Ciudad Juárez se congregaron aproximadamente 30 mil personas. Fenómeno que habría que estudiarse.


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Desde una semana antes toneladas de fierros, carpas, cables, micrófonos, cámaras y un ejército de personas se apostó en las inmediaciones de lo que alguna vez se pensó pudiera ser un centro de convenciones. Con rapidez y apuro comenzaron a edificar el par de escenarios con una capacidad de carga de 60 toneladas, sobrada para las necesidades, pero que, ante las inclemencias meteorológicas de la región, valía más prevenir que lamentar (otra vez).


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Así pues, llegó la hora y fecha pactadas. El sábado 15 de noviembre de 2025 el Tecate Supremo abrió sus puertas poco después las 13:30 horas permitiendo ingresar a los primeros asistentes a la festividad, quienes apresurados fueron a conseguir el vaso conmemorativo (que solo se encontraba en una carpa ubicada atrás de la zona de control del escenario Tecate Supremo) e inmediatamente hicieron el recorrido de reconocimiento por el perímetro.



El trappero Nash (con S, no confundir con el rapero español) abrió el telón del Tecate Supremo 2025 acompañado solo de un pinchadiscos que le hacía mancuerna sobre el escenario Supremo ante un pequeño grupo de curiosos. La poca afluencia no mermó la actitud del regiomontano; sabedor de lo complicado que es encender motores, supo defenderse ante la adversidad.



Media hora después, tocaba el turno a Jacinto, quien desde hace un rato ha comenzado a sonar fuerte entre la Generación Z, con sus canciones pop alternativas, que tocan temas románticos y de desamor, un tanto cursis, pero con una propuesta fresca.


El sol pegó duro y directo sobre el jalisciense y su banda, quien incluso ironizó sobre la alerta de nevada y bajas temperaturas que comenzaron a circular a principios de semana y que hizo a medio Juárez prender las veladoras y clamar por una “limpia” para el Tecate Supremo. Los fantasmas de ediciones pasadas le sacaron un fuerte susto a los fronterizos.



Aunque el cielo juarense lucía casi completamente despejado, una que otra nube aminoraba los rayos solares y una fresca brisa recorría los rincones del Exhipódromo, pretexto perfecto para que las carpas de venta de cerveza comenzaran a poblarse por sedientos comensales, quienes seguían en busca del vaso conmemorativo como un afiche más para el coleccionismo. Sin embargo, solo en pocos lugares se pudo encontrar tan ansiado recipiente, aunque eso no impidió ver torres de los mismos bajo los regazos de los más enfiestados (borrachos).


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Odisseo, otra de las bandas que regresaba a las tierras de Juan Gabriel después de un prolongado tiempo, arribó al escenario Supremo y comenzó a interpretar viejas conocidas como “Los Imanes” o “Días de fuego”, además de temas que forman parte de su ùltimo disco Tormentas Inesperadas.



Pese a lo corto de su presentación, los capitalinos supieron ganarse a un nuevo público, mientras sus seguidores de siempre quedaban complacidos, aunque no sin lamentar el horario, pues según el vox populi (de lo que pude recopilar), debieron estar un poco más tarde, cuando las gargantas estuvieran más entonadas por la bebida y conexos. Quizá la primera injusticia en cuanto a la agenda del día.


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Yamie Safdie subió al escenario Tecate con una camiseta de la Selección Mexicana de Fútbol; en pocas palabras, se puso la verde, aunque este no sería el único homenaje a la nación tricolor, pues se aventó tremendo y sentido popurrí de canciones de Natalia Laforcade y de Juan Gabriel. Precisamente el Divo de Juárez sería mencionado en más de una ocasión por las bandas y los artistas.



“Querida yo” y “En otra vida” cerraron la presentación de la argentina que, lejos de renegar de su viralización en redes sociales, aprovechó la inyección de popularidad para volverse la artista pop del momento, la cual prometió en rueda de prensa colaboraciones con artistas de talla internacional.


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El atardecer otoñal fronterizo comenzaba a asomarse detrás del escenario Supremo, mientras los Little Jesus subían a la enorme estructura para saldar una cuenta pendiente con el público de estas tierras, luego de que en 2023 tuvieron una accidentada presentación que culminó con un corte de micrófono, aunque sabemos que no fue su culpa y que muchos elementos se inmiscuyeron para que esa edición del Tecate Supremo terminara prematuramente.



Pero bueno, ya con el mal recuerdo a espaldas, los intérpretes de “Azul” se comprometieron con la causa y sacaron buenas canciones de su repertorio como “Cabras”, “Una playa en Nayarit” y por supuesto “TQM” para dar una intervención bastante cumplidora, que dejó emocionados a los seguidores de la banda, incluso a los más acérrimos (como un servidor) que los vieron destrozar la tarima hace casi una década en el Silver Fox.


Pese a que los capitalinos ya no se desmadran tanto como antes, creo que dieron una mejor presentación que en el Tecate Pal Norte 2025. Cuestión de gustos al fin.


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Ya con la noche a cuestas, Esteman (favorito de los festivales en esta frontera) y Daniela Spalla nos presumieron su “Amorio” frente a miles de personas que se apuntalaron fuerte sobre las vallas de contención que dividían los tres tipos de accesos al concierto.



Ahí el colombiano y la argentina hicieron gala de ser una dupla más que íntima, compañeros del alma y de la vida, intercalaron canciones propias y de su nuevo material que los tiene girando y que puso a cantar a miles temas desgarradores acompañados de ritmos que iban del pop a la cumbia.


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Un enorme corazón en medio de la pista acompañó a “Amantes”, “Vete de una vez”, “Reina leona” y “Te alejas de mí”, baladas que formaron parte de un cúmulo de himnos a la diversidad, el amor y los corazones rotos.


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Unos tipos con sombrero vaquero y botas surgieron rápido y directo de la zona detrás del escenario. Inmediatamente, sintetizadores, percusiones y teclados endemoniados emprendieron una versión renovada de “El paso del gigante” original del Grupo Soñador, pero que los Kinky remasterizaron y soltaron sin temor a nada en el Tecate Supremo 2025.



Otra, sí, otra, de las bandas que hacía mucho no veíamos por estos lares, pese a que tienen un vínculo muy cercano a Juárez. El lapso fue muy extendido para divisar de vuelta a Gil Cerezo y compañía entonar sus clásicas “Después del after”, “Hasta quemarnos” o “¿A dónde van los muertos?”, incluso aventarse su versión a “Fuentes de Ortiz” del chihuahuense Ed Maverick (Nota al pie, aún no sé si esta versión me gusta más que la de Julión Álvarez, de nueva cuenta, cuestión de gustos).


Kinky hizo que a los millenials con reumas y dolores de espalda, se les olvidara un poquito sus males relacionados con la edad y malas decisiones, para ponerse a sacar los prohibidos ante la mirada de vergüenza ajena que lanzaba uno que otro centenial a sus compañeros obligados de parranda.


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El primer acto internacional de la noche salía a escena. Foster the People tomaba su turno sobre el Tecate para sin mucha parafernalia dar una de las mejores presentaciones de la velada. Tan simple como eso.



Comandados por Mark Foster, que de vez en cuando daba un agradecimiento con un intento de español, se despacharon “Houdini”, “Elena beat”, “Pseudologia Fantastica”, “Sit next to me” y obviamente “Pumped up kicks”, para algunos la única que se sabían de los originarios de Los Ángeles, California.


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The Kooks continuaba con la dosis de agrupaciones extranjeras. Con un tiempo más extendido, los dirigidos por Luke Pritchard hicieron gala de su porte y nos trajeron una buena dosis de pop británico que puso de buenas a todos.



Los ingleses desenterraron un par de recuerdos de los años 2000, con “She moves in her own way”, “Junk of the heart”, “Do you wanna” y su imperdible “Naive”. En todo momento el respetable celebró los saludos del vocalista de pelo rizado, que recorría el escenario de un lado a otro, tocaba el piano o daba una que otra pirueta.


Pese a las claras barreras del idioma y contra lo que muchos pensaron, había un fuerte grupo de fanáticos que cantaron a todo pulmón y con un inglés más que decente las canciones de los Foster y The Kooks. Tal vez esto haga que cada vez más actos de otros lados del mundo vengan a tocar más seguido por estas latitudes.


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Unas líneas tenues sobre la pantalla del escenario Tecate dibujaban la palabra Zoé, mientras un conocido intro se podía escuchar de fondo. El acto más esperado del festival emergía sobre las sombras.


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Apenas León Larregui y compañía pusieron un pie sobre el enorme templete, el público explotó de alegría. Un ansiado regreso, la expectativa era enorme, sin embargo, lo que aconteció ese sábado 15 de noviembre tiene aún divididos a quienes presenciaron esa histórica (o fatídica) presentación.


El disco que vio crecer a una generación, que hizo que los hijos de los fanáticos se hicieran seguidores, que le dio una sacudida al rock en español y que supo romper las barreras de lo más popular, el Memo Rex Comander y el Corazón Atómico de la Vía Láctea cumplió sus dos décadas y era celebrado por todo lo alto en las tierras de Tin Tan y la margarita.



“Vinyl”, “Vía láctea” y “No me destruyas” arrancaban la tercia de himnos concentrados en una sola producción. La gente, al escuchar la introducción a cada uno de ellos, gritaba y clamaba, mientras levantaba su cerveza y sacudía la cabeza en señal de aprobación. Parecían obviar las fallas técnicas y también la decadente garganta de León Larreguí, quién apenas y podía sostener el tono de las canciones.


El polémico vocalista, no por esa noche, sino por toda su figura e historial, dio gracias reiteradas al público, que lo ayudó en más de una canción ante una voz más que cansada y un andar un poco errático.


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Larreguí recordó repetidamente su cariño por esta región, en especial por su cercanía con Tornillo, Texas, donde muchos de los temas que atesora esta y otras generaciones vieron la luz.


Sin embargo, eso no dejó del todo contento al respetable, que en ningún momento abucheó, pero que sí se hizo sentir en redes sociales, quejándose del estado del interprete, de la calidad del sonido y de que fue una presentación atropellada.


Apenas el 13 de noviembre, la banda capitalina habría dado su sexto concierto en el Estadio GNP; 48 horas después la agrupación se encontraba de nueva cuenta ante una multitud tan exigente como en la capital del país.


Quizá la sobre explotación del reencuentro cobró factura y quienes pagamos los platos rotos fuimos los fanáticos de la región, quizá solo fue una mala presentación y nos la tuvimos que fumar, pero, pensándolo bien, yendo un poco más allá, para un servidor, fue una buena presentación, así, nada más, buena a secas.


Considero que, con todo y sus bemoles, Zoé hizo historia, dio una de las primeras fechas lejos de la Ciudad de México y de festivales como el Vive Latino o el Tecate Pal Norte. Lamentablemente, dejó un sabor un tanto agridulce en muchos, puede que los más rigurosos o menos optimistas, los que querían al León de hace 20 años, el que estaba en su apogeo, sin tanto trajín (ustedes saben a lo que me refiero).


El enorme contingente se movilizó rápido levantando una nube de polvo. A paso fuerte pero ligero, la muchedumbre se apostó vertiginosa sobre el escenario Supremo para presenciar el retorno, esta vez no tan tardado, de Siddhartha.


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El jalisciense trajo consigo sus ya conocidas estructuras en formas de equis y repasó vía expedita temas icónicos como “80 días”, “Acapulco”, “Algún día (cap 1)”, “Diamantes” o “Brújula”, cada una de ellas recitadas de memoria y a todo pulmón por la multitud, que se hacía resonar más allá del Río Bravo.



Fiel a su tradición, Siddhartha incluyó un mariachi local en “00:00” para darle más épica a la canción, que escoltada por unos visuales casi volcánicos, daban un aura de pasión muy elevada, todo acompañado por el rugido de la concurrencia.


Luego sonaría “Únicos”, que daría cierre a una lista de canciones de más de una hora, donde cada pieza fue coreada de inicio a fin.


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Luego de que el ex miembro de Zoé saliera de escena, los cansados de la generación de los ochenta y noventa decidieron abandonar en tropel el recinto. Se vio cómo una buena cantidad de asistentes satisfechos, pero decididos a que su hora de dormir había llegado, tomaron la sabia decisión de retirarse; para ellos la fiesta acabó poco antes de la medianoche.


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Sin embargo, los más jóvenes y los no tanto pero aferrados continuaron en pie de lucha; aún faltaban un par de horas y había que aprovecharlas al máximo. La venta de alcohol seguía su curso y parecía que el dinero era infinito porque en pocas ocasiones se vio una carpa vacía.


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NSQK (se pronuncia nesquik) toma su turno en el listado de artistas acompañado de “La nave del ovlido” de José José, para dar apertura a otro de los actos más esperados por muchos, sobre todo los más chavos (¿todavía se utiliza esa palabra?).



El regiomontano saltó solo al templete acompañado solo por un juego de luces y efectos que bien pudieron causar epilepsia a algún desafortunado cristiano, a lo mejor, a algún aferrado de la generación de los ochenta y noventa que le robó la juventud a alguien más joven del público.


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“Miata”, “Combate”, “Malas intenciones” y “Lenguaje de amor” eran el póker de éxitos con el que NSQK se mostraba ante seguidores y curiosos, una mezcla de hip-hop, pop y electrónica que transgrede barreras rítmicas y a la vez le da un respiro al género urbano, el cual parece cansarse de la onda bélica.


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Continuando con sonidos salidos de las grandes urbes, el puertorriqueño Álvaro Díaz daba un candente cierre al escenario Supremo, con altas dosis de perreo desenfrenado, de ese que no le gusta a tu tía católica.



Alvarito, para los compas, debutó en sociedad “Seleda”, que si bien, no es muy romántica, sí logró que el frío que comenzaba a arreciar para esas horas se les olvidara a quienes se enganchaban a la fiesta y estiraban al máximo el tiempo (y el boleto).


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Ya era de madrugada, el enorme bosque de cuerpos se había dispersado. Cuadrillas completas de limpieza con bolsa negra en mano recogían los vestigios de la celebración, la rueda de la fortuna dejó de girar, los baños por fin estaban solos y las carpas de cerveza tenían un respiro después de un enajenado ajetreo.


Sin embargo, aún faltaba el último baile. Una buena cantidad de "aferrafters" se negaban a abandonar el lugar, sin antes, ver a Genitallica, banda de todos los tiempos, pionera en las letras subidas de tono, pero que ahora ante la posmodernidad sus versos quedan en un chiste colorado pero hasta inocente.


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Los autores de himnos del rock en español como “Imagina” o “No tengo amigos” se vieron sorprendidos con la gran afluencia que lograron aglomerar frente al escenario Supremo, una banda de locos que sacaron toda la adrenalina contenida en el único slam de la noche.



El tiempo les quedó corto. Los 40 minutos les fueron insuficientes para vaciar las ansias de los fanáticos que cantaron y se desmadraron de lo lindo a altas horas de la madrugada; en su mayoría adultos raros (y buenos compas) fueron quienes se terminaron por deschavetar.


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La segunda injusticia de la noche, fue cuando les apagaron el micrófono porque el cronómetro había marcado cero y se tenía que cerrar el telón, aunque el público siguió cantando a capela, fuerte y claro, en uno de los agradecimientos más férreos que he visto por parte del respetable hacía una banda. Nos quedamos con ganas de ver a Genitallica más rato en vivo, puede que esto los anime a darse pronto una vuelta en solitario.


Y así, colorín colorado, una edición más del Tecate Supremo ha terminado, un festival multicultural, muestra de que en esta frontera hay mercado para experiencias más completas y diversas. Solo nos queda esperar a 2027 para volver a vivirlo en nuestro territorio, además obligarnos a planear nuestra visita a Tijuana.


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Gracias a Apodaca Group por tan indomable jornada.


 
 
 

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