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Impactos, angustias y mucho más: Enjambre se convierte en domador de multitudes en Juárez

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Transcurrió muy poco tiempo para que el público juarense pudiera reencontrarse con una de las bandas más importantes y populares del rock nacional, Enjambre, que, pese a los cambios de logística obligados por los estragos de las lluvias, lograron que el Lienzo Charro Adolfo López Mateos se cimbrara por completo.


Faltaban casi tres horas para que los Navejas y su equipo arribaran al recinto y ya se podía observar una larga fila de fanáticos ataviados con disfraces y antenas de abeja quienes esperaban paciente y otros impacientemente para ingresar.


Generaciones de seguidores que, distribuidos en grupos familiares, bolitas de amigos, parejas acarameladas y por ahí algún solitario melómano, aguardaban el concierto de los originarios de Fresnillo, Zacatecas.


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Con la caída del sol, los primeros fanáticos comenzaron a ingresar por cada una de las puertas asignadas de acuerdo con sus boletos. Ansiosos, los primeros asistentes corrían con emoción y apuro para ocupar un punto cercano al escenario o, en su defecto, hacerse de un recoveco que permitiera la mejor visibilidad del espectáculo.


La noche se hacía lenta y el cielo despejado también ahuyentaba toda posibilidad de abruptas cancelaciones.


Los de hasta atrás lamentaban a gritos que un par de baños portátiles les obstruyeran la visibilidad, pidieron una y otra vez que los movieran. Sin embargo, su lamento no fue atendido y se tuvieron que amontonar en los costados. Caso contrario a quienes ostentaban un mejor acceso, quienes tranquilamente se apropiaban de su asiento con cerveza o trago en mano.


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De pronto, pasadas las 21:00 horas, el escenario comenzó a rugir con las primeras notas de “Juguete” acompañado por un igual de estridente recibimiento del público cuando los reflectores develaron la presencia de Enjambre.


Apenas el respetable se recuperaba de tan ferviente arranque, cuando “Dulce Soledad” daba otro golpe de emoción a la velada, en la que Luis Humberto Navejas se convirtió en domador de multitudes, mutando a la muchedumbre en una orquesta de gritos, aplausos y ovaciones.



“Dama Demencia”, “Celeste” y “Tras la puerta” culminaron de calentar ánimos y gargantas, que apenas se aclimataban a fresca noche que enmarcaba el concierto que no tuvo bandas abridoras.


“Quiero agradecer que el enjambre haya crecido desde la última vez que vinimos”, declaró el frontman de la agrupación, para inmediatamente recibir la gratitud del respetable.


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Entre la aglomeración se asomaban antenitas serpenteantes cuyas lucecitas adornaban las cabezas de niños, jóvenes y adultos por igual. Algunos incluso disfrazados completamente de abejas, con alas, traje a rayas negras y amarillas. Dicho ritual fue agradecido y enaltecido por la banda.



El paseo por la historia y actualidad de Enjambre continuó con temas como “Divergencia”, “Madrugada” y “El Vacío”, este último extraído del disco/concepto/tour “Noches de Salón” con un par de arreglos para ser interpretados en sesión eléctrica.


El fandom aguerrido continuaba cantando al pie de la letra y a todo pulmón cada pieza del menú de la noche, aunque por ahí se vería a uno que otro improvisado que de vez en cuando sacaba su celular para seguir las canciones y no quedarse afuera de la procesión.


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“Sábado Perpetuo”, “Tercer Tipo” y “La Duda” daban fe de la pasión de la fanaticada que saltaba y bailaba, mientras era hipnotizada por visuales un tanto sencillos pero que cubrían con un manto místico a los músicos, cuyo sonido hacía retumbar cuerpos, muros y el suelo por igual.


Del otro lado de la calle, desde el segundo y el tercer piso del estacionamiento de IADA/ITT de la UACJ algunos listillos que aprovecharon los cambios en el acomodo del escenario para poder ver gratis e incluso con mejor vista el show que continuaba con “Angustias”, track de su nuevo disco Daños Luz, que da nombre a la gira pero que aún no termina por salir del horno.


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Sobre este tema, Luis Humberto adelantó que su nuevo material está próximo a estrenarse, aunque no descartó agregarle todavía una canción más.


“Cámara de Fallas” y “La Diferencia” serían tan solo un adelanto para una de las canciones que se escuchó más allá de la frontera de Ciudad Juárez, Chihuahua con El Paso, Texas.


“Impacto” hacía gala de su nombre y daba un azote seco y certero que removió corazones, anhelos y nostalgias entre quienes compartían esa noche. “Enemigo” y “Visita” daban continuidad al sentimiento y reafirmaban por qué el disco “Daltónico” es uno de los más queridos y apreciados por entusiastas y amantes de la música en general.


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Las luces de los celulares flotaban entre la multitud. Las abejas habían transmutado en luciérnagas bailarinas, que con un compás semilento adornaban todo el lugar mientras “Vida en el Espejo” era cantada como un himno generacional (porque en realidad lo es).


“Somos Ajenos” y “Manía Cardíaca” daban un breve cierre al telón. Las luces del templete se oscurecieron, varios desesperados por no atorarse en la intersección de Henry Dunant y Del Charro se lamentaron cuando la agrupación regresó a sus instrumentos para tocar “Vínculo”.


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Así, sin que pasara una eternidad, Enjambre regresó a tierras fronterizas. Lejos, pero muy lejos quedaron atrás esas primeras presentaciones caóticas en suelo juarense que son compartidas por los Navejas cada que se les pregunta.


 Ahora, con más poder de convocatoria y expertís, la agrupación zacatecana es poseedora de un sonido sólido, impecable que puede ofrecer un espectáculo de casi dos horas, conformado por 23 canciones, con apenas pausas entre cada una de ellas y aun así dejar a sus seguidores con ganas de duplicar o triplicar la dosis.


Aunque suene a cliché, Enjambre demuestra en cada concierto por qué es una de las mejores bandas de la actualidad del rock mexicano y quizá en unos (d)años (luz) más sea considerada por la mayoría como una de las más grandes de su historia.


Agradecemos a Apodaca por permitirnos hacernos uno con la colmena.




 
 
 

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